viernes, 24 de enero de 2014

Le Perí - la despedida


De un tiempo para acá, aquella emplumada y sutil existencia de extraordinario valor y dulzura, presentó síntomas de padecer de algún conflicto biológico que mi intuición interpretó como la consecuencia de habitar en un territorio equivocado. Pensando en eso, comencé una campaña por crear un nuevo hábitat al periquín.

Las ocupaciones y falta de tiempo me llevaron a postergar el proyecto y ejecutarlo en tiempos prolongados, llegando el día que estando todo alistado en un 90%, Le Perí amaneció enfermo. Respiraba y comía con dificultad, se sentía débil y expresando una biología en decadencia.

A vísperas de completar su nuevo hábitat, y con algo de tiempo para dedicar a Periquinguis, decidí hacer algo que no suelo considerar: visitar al médico. Encontré un médico veterinario especialista en aves ornamentales y más específicamente en pericos australianos. Lo revisó y su diagnóstico fue: soplo cardíaco. Dijo que estaba en un estadio muy avanzado, le aplicó una inyección para reanimarlo y recetó unos complementos con aminoácidos.

Que triste agonía, y qué despedida digna de Le Perí, cuando en su último día de estadía en esta tierra, estuvo cariñoso y amistoso con aquellas manos que tanto terror le generaba; como nunca antes, disfrutaba de mis caricias, subía y baja de mis manos como si fueran su última esperanza, pero se sentía más como un: gracias por todo, déjame disfrutar por primera y última vez lo que significa estar en tus manos.

Le Perí dejo este mundo dejándome una última lección de vida, y un sentimiento de impotencia insoportable, porque aunque siempre tuve buenas intenciones y lo amé cada día que conviví con él, pude haber actuado más a tiempo para solucionarle sus conflictos biológicos y evitarle un final prematuro para lo que pudo haber sido. Aquí es donde surge la primera enseñanza: no dejes para después algo que puedes hacer hoy por un ser querido. También aprendí el valor de la humildad con dignidad, el valor del respeto por la vida y la integridad física, psíquica y el derecho a desarrollar y permitir el desarrollo de la personalidad de otros, así sea diferente y contraria a lo que queremos.

También entendí que aunque la muerte no tiene solución conocida en el momento del suceso, no quiere decir que no se pueda influenciar y modificar; las acciones propias y que hagamos por otros, pueden adelantar o atrasar el día de su muerte; pero además pueden mejorar o empeorar las condiciones en que este suceso se da. En ese sentido, puedo decir que la muerte sí tiene cura, es decir, como no es una enfermedad, por lo menos tiene formas de alterarse cuando se cuenta con la suficiente anticipación y consciencia para hacerlo.